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lunes, 19 de noviembre de 2012

Domingo 18/11/2012

Otro fin de semana pendientes del cielo. ¿Lloverá o no lloverá?

Como siempre, un paisaje extraordinario
El viernes me llama mi amigo Miguel para ver que hacemos. Me comenta que tiene intención de cazar sábado y domingo. El sábado en La Nou, y el domingo en Berga. Yo sólo puedo ir el domingo, por lo que   directamente quedamos a las seis en su casa. 

Me paso todo el sábado consultando las previsiones del tiempo, y el radar meteorológico con la esperanza de que el domingo no llueva. El sábado Miguel caza en La Nou, y, según me cuenta por la tarde, a media mañana empieza ha llover y baja de allá con lluvia intensa. ¿Mañana vamos o no vamos? me pregunta después de su remojado sábado. Yo le digo que la previsión hora a hora para la mañana del domingo en Berga es de lluvia hasta las seis de la mañana, una pausa, y de nuevo lluvia a partir del mediodía, así que decidimos tirar para el monte a ver que pasa.

Me despierto muy temprano el domingo, con tiempo de sobra para tomar café, consultar, por enésima vez, el radar meteorológico, e incluso ver la tele un rato a la espera de la hora de partida. El radar indica que está lloviendo por la zona centro y la zona  sur de Catalunya, pero, para mi alegría, no por la zona norte. Sobre las cinco y cuarto salgo de casa. Llueve. Voy a repostar y carretera y manta para Cerdanyola. Por el camino sigue lloviendo y al llegar a casa de Miguel lo hace, pero poco. Al subir en su Discovery, consulto con el móvil y siguen las nubes lejos de Berga. Nos vamos para allá y, enseguida abandonamos la zona de lluvia. Bien, pienso, porque no tengo ningunas ganas de aguantar ningún chaparrón, sea de la índole que sea. 
Al llegar a La Cabana chispea muy ligeramente, pero los viejos del lugar nos aseguran que no lloverá, acertando plenamente, salvo cuatro gotas que nos han caído sobre las once de la mañana.

Van llegando los compañeros al punto de reunión. La conversación es cordial y agradable. Siempre lo es, para mí, el hablar de la caza y de las peripecias que en su día a día acontecen, y más si eres directo protagonista. Así me entero de que el domingo pasado de abatieron cuatro marranos en la zona de las canales.

Rastros 
Como el tiempo se muestra inseguro, y por si las moscas, vamos rápidos con el sorteo de los puestos. Hoy batiremos la zona de Treserras. Buena zona, con recuerdos de grandes cacerías. En el sorteo yo saco el diez, y Miguel el quince. Nosotros iremos a cerrar la zona más alta de la batida. Ya he hecho alguna vez aquellos puestos sin ningún resultado positivo. Por ese motivo no tengo demasiadas esperanzas de que hoy sea diferente aunque al llegar vemos rastros evidentes de la presencia de jabalís en la zona. Que equivocado que estaba.

Después de un rato de todoterreno llegamos a la zona. En la primera parada se queda un compañero, en la segunda yo, y en la siguiente Miguel. Nuestros puestos están muy cerca el uno del otro, por lo que revisamos los dos para ponernos en lo lugares en el que el tiro no represente ningún peligro para nadie.

Nada más empezar la batida, uno de los perreros abate un jabalí que en compañía de otros cuatro huían a todo gas espoleados por los perros. Al poco alguien avisa de que un grupo de seis marranos atraviesan un campo en dirección a la zona más baja de la mancha. No tardan en sonar disparos por todos los lados. La cosa está movida, pienso, con el deseo de que a algún cochino le dé por huir por las alturas.

En esa curva aparece el jabalí
Como si hubiera frotado una lámpara con un genio dentro, el compañero que tenemos  al otro lado de la canal que vigilamos nos avisa por la emisora, "¡Ojo!, estoy viendo un grupo de seis o siete jabalís que van directos hacía vosotros". Al oír semejante noticia me pongo en guardia. Mi puesto está en una curva, en un camino estrecho pero que permite acceder con todo terreno. Me concentro en vigilar desde el vértice de la curva los dos pequeños tramos de recta que diviso. No tardo en oír el rumor de varios animales acercándose por la espesura, pero me doy cuenta de que no vienen todos por el mismo sitio, ya que oigo ruido en varios puntos de los zarzales de la cuneta. 

La cochina abatida
Entonces, a unos veinticinco metros,  veo aparecer, al final del tramo de mi derecha, un buen jabalí, que se queda quieto mirando hacia el fondo del camino. Justo dónde mira debe de estar mi amigo. No le tiro porque si sigue recto le saldrá a los pies, pero no pierdo de vista al animal. Tampoco detecto a los otros marranos que, supongo, se esperan a estar seguros para atravesar el camino. Cuando el cochino se pone en marcha no lo hace hacia Miguel, si no hacia mí, para tomar una senda en el margen. En cuanto empieza a subir le disparo, hiriéndole en el jamón derecho. La idea es que el disparo lo abata y girarme completamente a mi espalda para tirar a los otros jabalís, pero en cuanto el animal se siente herido se abalanza hacía mí como una locomotora. En su carrera hacía donde estoy le suelto tres disparos más que lo paran a tres o cuatro metros de mi pies. Entre la emoción del momento, y lo malo que soy tirando, no acierto en un punto vital, por lo que el animal se para, y, como puede se da la vuelta con la intención de saltar hacia la parte baja del camino. Mientras, los demás marranos atraviesan el camino a mis espaldas y huyen. El marrano, muy mal herido, consigue desplazarse tres o cuatro metros hasta que consigo rematarlo. Es una hembra de unos sesenta kilos. No tarda Miguel en aparecer por mi puesto interesándose en lo acontecido. Le explico, emocionado, la "movida" y me felicita efusivamente, además de tomar un foto y colgarla inmediatamente en el facebook. Por la emisora preguntan que cuantos he matado, por la cantidad de tiros que le he recetado al animal (cinco en total), pero digo que uno y gracias. 

La verdad es que ya me tocaba. Siempre digo que el mero hecho de salir al monte colma la mayoría de mis expectativas, pero un lance como este, con una emoción que solo entendemos los que practicamos este tipo de caza, compensa todo el esfuerzo que dedico a esta actividad. Después de agradecerle al jabalí respetuosamente su sacrificio, seguimos cazando. Al poco es otro de los compañeros del otro lado de la canal el que avisa. "¡¡Sube otro cochino!!". No tardo en volver a oír los pasos del animal. Pasa por debajo de mi puesto y se va directo hacía el puesto de Miguel. Pero entonces alguien, por la emisora, vuelve a preguntarme por el lance anterior, pero me mantengo en silencio con la oreja puesta en el camino que hace el cochino. Al ver que no contesto la emisora, Miguel contesta al interesado. Nada más ponerse a hablar el marrano se para y retrocede. Me da la sensación que va a salir justo por donde está el cochino abatido. Pero supongo que lo huele, o huele la sangre, se para y sigue retrocediendo. Voy siguiendo con la mira de la escopeta el supuesto camino que hace el animal, y aparece a unos treinta metros a mi izquierda, cruzando raudo la carretera. Es pequeño, un bermellón. Le receto dos recados sin acertar y se va montaña arriba. Supongo que por el abate anterior, este fallo no me sabe tan mal como otros que he tenido, algunos garrafales, pero es que, lo reconozco, soy bastante malo con el arte de la puntería y el disparo.

Por la zona baja de la batida siguen apareciendo marranos y oyéndose disparos. Nuestro compañero Juan acaba con un macho de buena boca. Cuando se acaba la jornada hay cuatro jabalís abatidos.

Le pido a Paco permiso para llevarme el jabalí. Por la tarde voy a casa de mi amigo Leo a pelarlo y trocearlo, tarea que hacemos felices y contentos y celebrando ,con un buen vino, lo acontecido durante esta jornada de domingo. Por cierto, en cuanto acabe este relatillo, me voy al veterinario a llevar las muestras de la cochina para el test de la triquinosis. Esto es innegociable.

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