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viernes, 2 de noviembre de 2012

Jueves 01/11/2012

Demasiados días he estado sin cazar.

Primero El Pilar. Aproveché ese puente para visitar Zaragoza y su famosa fiesta . Más tarde el trabajo, la gripe y el mal tiempo se han encargado de mantenerme separado del monte durante tres largas semanas. La verdad es que tenía muchas ganas de reiniciar la actividad cinegética de nuevo. Por esa razón, y aunque arrastro todavía algún síntoma griposo, me dije que este mes de noviembre lo empezaría cazando. Y así ha sido. 

Después de oír el despertador,a las cinco, y levantarme, compruebo, a través de Internet  que en Berga no llueve, ni lloverá, y que la temperatura en ese momento es de 4,5 grados. Frío, pienso, pero voy preparado para tal circunstancia, así que carretera y manta. Me sorprende la cantidad de coches que ya, sobre las seis, circulan a esa hora. Hoy es festivo, supongo que al ser el primer día de este puente la gente aprovecha para salir temprano. La afluencia de tránsito es importante. Tanto que al pasar por Castellgalí estamos parados. 
Como siempre, un paisaje espectacular
Poco después la cosa se anima y  ya no paro hasta llegar a La Cabana. También allí la afluencia de gente no es nada normal. De ser, muchos días, el primer cliente, paso a estar haciendo cola para que me sirvan ante la cantidad de personas que paran en la cafetería antes de ir a buscar setas o de seguir su camino hacía el Pirineo. La verdad es que el camarero está un poco desbordado, pero poco a poco todo el mundo va obteniendo su café, o lo que sea.

A medida que pasa el tiempo van llegando los compañeros de batida, a la vez que el local va quedándose cada vez más vacío. Sobre las ocho prácticamente sólo quedamos los cazadores. 
Hoy cazaremos la Baga del Xero. Se realiza el sorteo y a mí me toca el número once. Al llegar a la zona, me toca el mismo puesto dónde abatí mi primer cochino por estos lares. Así que me trae buenos recuerdos. La zona es de fácil acceso y los puestos están a pie de coche. Reviso el puesto y compruebo los pasos de los jabalís por mi zona. Hace frío. Como los  rayos de sol empiezan a calentar los busco con agrado. En cuanto está todo el mundo en su sitio se da la orden de soltar los perros. 

Varios cazadores avisan de que han visto rastros recientes, así que la expectativa aumenta. Pero pasa el tiempo y por pasar, no pasa nada. Los perreros recorren la zona alta de la mancha pero solo consiguen hacer correr un zorro, que se escapa. Lo raro es que tampoco encuentran corzos, tan abundantes por esta zona. 

Cuando pasa el rato y no hay resultado, a uno le entra un sentimiento de resignación (la caza no es una ciencia exacta), y de esperanza a la vez. Solo una ardilla, como tantas otras veces, rompe la monotonía del momento, provocándome un pequeño sobresalto. Pero es pronto y hay tiempo. 

He comprobado mil veces, cazando, que el aburrimiento o la resignación desaparecen en un segundo, cuando un "creec" en el bosque, o el rumor de un animal acercándose te pone el corazón a mil, y hace que te olvides de los malos pensamientos anteriores. 
Eso me ha pasado hoy cuando uno de lo perreros avisa de que los perros han levantado algo,  que estemos atentos. 
El cochino abatido por mi ompañero
Enseguida oigo a los perros acercarse hacia mi zona a todo trapo, y casi en el instante siguiente, veo que unas matas delante de mí se mueven. Mi corazón se pone  a cuatro mil. Con la alerta máxima activada, espero que lo que sea se me presente delante, pero no. Al poco oigo un disparo y veo como los perros pasan hacia arriba. Enseguida oigo gritar desesperadamente a un cochino. Un agarre, pienso. Y efectivamente, los perros han atrapado a un marranete de unos quince kilos al que el perrero acaba rematando. 
Al poco es otro los perreros el que avisa de que acaba de levantar cinco o seis cochinos, los cuales emprenden la huida cada uno por su lado, por lo que recomienda que todos estemos atentos. Vuelvo a escuchar los perros acercarse y al momento el compañero de la parada anterior a la mía  dispara dos veces. Avisa por la emisora de que le ha tirado a un buen marrano, asegurando que los dos tiros le han impactado, pero que el rifle, cuya marca no diré, se le ha encasquillado en el tercero, cuando iba a rematar al animal, por lo que este ha conseguido escapar. Nos dice que no cree que esté muy lejos. Cuando lo perros llegan a su puesto y siguen tras el jabalí, oigo perfectamente como han dado con el bicho y lo tienen agarrado a unos treinta o cuarenta metros por debajo del lugar dónde el compañero le ha disparado. Le dicen que no se mueva del puesto y es uno de los perreros el que lo remata. 

El compañero con  el marrano abatido
La mañana ha pasado de la quietud total a estar muy movidita. El mismo perrero que ha rematado al jabalí nos avisa, al poco rato, de que se ha encontrado con dos marranetes del tamaño del primer abate, que estemos atentos ya que vienen hacia nosotros. Al rato oigo como el compañero de la parada siguiente a la mía dispara y veo al jabalí atravesar casi volando el camino. Intento parar a los perros pero no lo consigo, por lo que oigo como siguen al animal fuera de batida, alejándose cada vez más. 

A lo largo de la mañana se siguen oyendo acosos de lo perros y tiros por todos los lados. Creo que, prácticamente,  todas las líneas han tirado. Al  tocar retirada voy a ayudar a mi compañero a sacar del bosque al jabalí abatido. Nos  informan por la emisora de que en total se han abatido seis cochinos, y que se ha escapado un marranazo de primera división, que son los que se escapan casi siempre. 

En definitiva, un estupendo día de caza, entretenido y emocionante. No esperaba más.

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