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jueves, 6 de diciembre de 2012

Domingo, 02/12/2012

No tenía nada claro el ir a cazar este domingo. Arrastro un medio catarro de esos que hacen que no estés bien, pero tampoco mal del todo, y me apetecía descansar. Así que el sábado por la noche no preparé mis bártulos y me dije que si me despertaba a tiempo y con ganas iría de caza, y si no me despertaba, o me despertaba con malestar,  me quedaría en casa, calentito en la cama. Y para que mi cuerpo tomara la decisión, no puse el despertador (siempre lo pongo a las cinco). Con esos pensamientos me fui a dormir.
Paisaje abrumador

Cuando me despierto me encuentro bien. Miro el reloj y son las cuatro. Tiempo suficiente para pensar y decidir si me voy de caza o me quedo en casa. Me levanto. Mientras me tomo un café miro la previsión del tiempo en Berga. Frío, pero despejado. Buen tiempo. Las cuatro y media. ¿Voy o no voy?. La dudas me duran hasta las cinco. Es entonces cuando decido tirarme al monte. Preparo la mochila, el almuerzo y cargo la emisora. Me visto con la ropa habitual para frío intenso. Sobre las cinco y media, coche, gasolina y carretera y manta. 

Cuando estoy llegando a Ca la Xera, el termómetro del coche indica cuatro grados bajo cero. La helada es espectacular. Afortunadamente, dentro del bar hay un ambiente cálido y de camaradería. Como siempre.

Detalle del primer puesto
Hoy batiremos la zona de Garreta. Me toca hacer parada en el camino del Portet. Lo mejor que tienen los puestos en esa zona es, sin duda, el inconmensurable paisaje. Es tremendo, abrumador. Tiene, al menos en mí, un efecto balsámico, tranquilizador, y hace que la serenidad y la emoción me recorran e inunden el alma. Siempre digo que la caza no es solo abatir un animal, también es un paisaje, un bosque solemne, la curiosidad de un arrendajo o un cielo radiante. El paisaje que contemplo desde mi puesto, me vuelve a dar la razón.

Me quedo en la primera parada. Hace frío, pero un cielo casi despejado permite que el sol nos abrace sin tapujos. Al revisar el puesto veo varios pasos muy tocados por los cochinos. Eso me anima, y aumenta mi esperanza de abatir alguno. Pero entonces me llaman por la emisora. Mi compañero Juan me dice que me cambie de puesto. Debo de seguir el camino, y ponerme en la parada siguiente a la suya. El puesto en el que estoy lo dejaremos sin cubrir. Así que recojo mis trastos y camino hasta el puesto de mi compañero que me indica dónde debo colocarme, un poco más adelante. 

Puesto definitivo
Cuando llego al sitio, reviso la zona y compruebo que los marranos atraviesan el camino por dos pasos muy marcados. Decido quedarme justo en medio.

Empieza la batida, y no tardo en escuchar las primera ladras. Veo perros justo enfrente mío, al otro lado de la canal que el camino recorre. También veo a un zorro salir por patas ante la presencia de los canes. Al poco oigo disparos cercanos. Es Jaume, que cubre el último puesto del camino. Al parecer le ha tirado a un marrano de buena medida y lo ha tocado. No pasan ni treinta segundos y veo, al otro lado de la canal al cochino que, al paso, supongo porque va tocado,  se dirige hacia donde están los perreros. Los aviso inmediatamente y logran dispararle, pero no quedarse con él. 

Sigue la batida. Avisan por la emisora de que un grupo de seis o siete jabalís huyen por la zona baja de la mancha y se llevan, tras ellos, a un buen número de perros. Es Juan el que confirma la información y me confiesa después que los marranos se han escapado por el primer puesto en el que me quedé. Mala suerte.

Paisaje con globo
Sobre las doce, oigo, y veo, a perreros y perros batir la zona alta de la mancha. No tardan en encontrar algo, por lo que avisan por la emisora y nos ponemos todos en guardia. Cuando los perros empiezan a arrear de lo lindo, me avisa uno de los perreros por la emisora. Me está viendo y dice que estoy mal puesto y que baje por el camino unos treinta metros. Le hago caso. Mientras, oigo a los perros venir directos hacia mi zona. No tardo en oír el rumor de un animal acercándose. Al poco un marranete salta al camino, pero lo hace justo por donde me encontraba antes de hacerle caso al perrero. Si no me hubiese movido me sale a los pies, pero la caza tienes esas cosas. Cuando el cochino sale al camino, me viene de cara, pero me ve y se para de inmediato. Entonces le envío un recado, pero no acierto. Se gira y, si antes le veía solo el morro, ahora le veo solo el trasero. Le envío dos recados más sin atinarle. Pero el animal, en vez de atravesar el camino y escaparse, lo que hace es volver a internarse en la zona de batida e intentar salir por la zona alta, donde está Jaume. Mi compañero también le tira, pero con la misma falta de acierto que yo. Así que el jabalí se escapa. Como solemos decir, el próximo día será más grande.

Por la emisora, en tono jocoso, alguien dice "¿seremos capaces de matar un jabalí hoy?". Y con razón, ya que se ha  tirado a siete cochinos y no hemos sido capaces de cobrar ninguno. O sea, cero patatero.

En resumen, aunque no hemos abatido cochino alguno, ha sido una estupenda jornada de caza. 






viernes, 30 de noviembre de 2012

Jueves, 29/11/2012

Primer día entre semana, no festivo, que  voy a cazar esta temporada. 
Me gusta cazar los jueves. Por eso el año pasado aproveché que el trabajo me lo permitía y subí bastantes al monte. Pero este  tengo más complicado el escaparme entre semana, así que hasta hoy no me he estrenado, y, ya veremos, cuánto tardo en repetir, muy a mi pesar.
Como siempre, un paisaje espectacular

Los días laborables se caza más relajado, en manchas más pequeñas. Diríamos que con menos compromiso. Además, el número de cazadores suele ser pequeño, por lo que los puestos que se cubren son los más comprometidos, y no hay posturas de relleno o de retaguardia. Y, también, lo digo con cariño, pulula por el bosque bastante menos gente.

Con ilusión y con ganas me he ido esta mañana para Berga. Como siempre, compruebo el tiempo por Internet y, al parecer, me espera frío y viento. Con esa predicción no dudo, y me pertrecho con mis mejores ropas de abrigo, incluyendo la ropa interior térmica y los calcetines de polartec, con la esperanza de que, en caso de viento helado, el frío no me fastidie la mañana.

Al llegar a Ca la Xera (La Cabana sigue de vacaciones), están tomando café varios compañeros de caza, aunque alguno de ellos, según comentan, no viene a la batida, si no que se van a ver si pillan alguna torcaz. Hace un poco de viento, y una temperatura de seis grados.

Detalle del puesto
Cuando se realiza el sorteo de puestos somos sólo diez, más los dos perreros. 
Es verdad que somos pocos, pero probaremos suerte en La Serreta. Ayer Miquel, pisteando aquella zona para ver si hay algún cochino, se topó con un marranazo monumental. Ese es nuestro objetivo hoy. Ir a La Serreta a por el "monstruo".

Nos vamos para la mancha. Mi puesto está junto a una baña que no está tocada demasiado. Al revisar la zona, compruebo que en uno de los senderos que atraviesa la carretera hay huellas recientes de un buen jabalí. 

Todavía están los perros en el remolque cuando ya corren los marranos. En la zona de la línea, se presentan cuatro de buen tamaño. El compañero logra abatir uno y, está seguro, herir a otro, aunque no podemos dar con él. Otro cochino aparece en otro de los puestos, que erra el disparo. Los perros se escapan y hay que tirar de los de reserva.

Huellas de jabalí en el camino
Los perreros nos piden que estemos atentos ya que corren animales por toda la mancha. Toda la mañana puedo  oír la ladra de los perros muy cerca, pero ningún marrano se digna a  salir por mi zona. Tampoco hemos conseguido dar con el "monstruo", a pesar de que a primera hora han visto sus pisadas, y que parecía que estas delataban, sin ninguna duda, su presencia en la mancha que batimos. 

Pero ya sabemos porque estos jabalís se hacen tan grandes. Porque son mas listos que nosotros y, o no ha salido del encame al ver que los perros se iban detrás de algún escudero, o, en cuanto ha notado más movimiento del normal, ha cogido las de Villadiego y vaya usted a saber dónde anda. 


Primeras nieves de la temporada

Al tocar retirada, en total se ha cobrado un jabalí. Ah!, no ha hecho viento y la temperatura ha sido hasta agradable, supongo que porque llevo mas capas que una cebolla....

lunes, 26 de noviembre de 2012

Domingo 25/11/2012

Me pongo a escribir este relato con el tremendo impacto de la llamada de Mercedes, la esposa de mi amigo Jaume Mulero, informándome del fallecimiento de este, después de luchar contra un cáncer que, al final, ha acabado con él. Este viernes estuve visitándole en su casa, compartiendo, junto con otros amigos, un rato agradable recordando viejas batallas, y riéndonos de todo, como hacíamos siempre.
Mi relación con Jaime siempre fue muy especial. Nacimos el mismo día, el mismo mes y el mismo año, en la misma clínica. Nos conocimos en el colegio y crecimos juntos. Por la coincidencia de fecha de nacimiento hicimos el servicio militar en el mismo destino,  Ceuta, donde compartimos buenos momentos y otros no tan buenos. Después, y por esas vueltas que da la vida, dejamos de vernos por un largo período de tiempo, veinticinco años. Hace poco el destino, y el facebook, quiso que nos volviéramos a encontrar. Ya estaba enfermo, por lo que el reencuentro ha durado a penas seis meses. A pesar del tiempo transcurrido  cuando nos volvimos a ver fue como si nos hubiéramos visto el día anterior. Es lo que tienen las relaciones especiales. Me hizo mucha ilusión que conociera a mi hija, y yo, el viernes pasado, conocer a su hijo. Ha sido duro ver como se ha deteriorado en tan poco tiempo. Esa enfermedad no perdona. Pero al menos, he tenido la oportunidad de acompañarlo en estos últimos tiempos de su vida y, estoy seguro que se ha ido sintiéndose arropado por los suyos y por sus amigos. Así pues, con el corazón lleno de tristeza, relataré a continuación la jornada de caza del domingo. Buen viaje Jaime, siempre te recordaré.

El viernes me llama mi amigo Miguel. Su mujer está por aquí, por lo que no tiene que ir el fin de semana a Teruel. El sábado va a ir a cazar a La Nou, pero yo no puedo, teniendo previsto cazar en Berga el domingo. Me comenta que el domingo está invitado a cazar en Gabarró y que, si quiero,  puedo ir con él. Me dice, además, que la zona está plagada de ciervos, cochinos, y corzos. La tentación me puede y acepto sin pensarlo demasiado. Quedamos en su casa a las cinco y media, porque hemos de estar a las seis y media en Berga, así que el domingo me espera un buen madrugón.

Cuando suena el despertador estoy profundamente dormido. Raro, porque los días de caza, como ya he comentado en otras ocasiones, suelo despertarme sobre las cuatro. Pero hoy estoy disfrutando del sueño. A pesar de eso, me levanto sin problemas y de inmediato. Como siempre hago, miro el tiempo en internet. Hoy estará nublado y no lloverá, según la previsión, que no será acertada, aunque por poco.

Aún no son las cinco cuando arranco el coche y me voy para casa de Miguel. A la hora prevista me encuentro con mi amigo y nos vamos, en su Discovery, para la montaña. 

Cielo cubierto y algo de lluvia en la zona que batimos
Cuando estamos llegando a Berga empieza a chispear. Será poca cosa, pienso. Al llegar a Ca la Xera, nos encontramos con los otros cinco compañeros invitados a la cacería. También están por allá los compañeros habituales de caza, que al saber que vamos a cazar a Gabarró, nos dicen que preparemos balas porque aquello está plagado de animales. Después de despedirnos y desearnos mutuamente buena caza, nos vamos para Guardiola, ya que son los cazadores de allí los que nos han invitado a la batida. 

Al llegar, llueve con cierta intensidad, dejará de hacerlo cuando nos vayamos a los puestos. Recogemos las invitaciones y almorzamos en el bar a donde van llegando el resto de compañeros.  Buena gente, y buen ambiente de caza. 
Cuando se organizan los puestos, Miguel se va para una zona dónde no hay que caminar demasiado, y yo para la zona del Prat Terré, dónde me toca hacer una pequeña excursión en solitario  monte arriba. No me gusta demasiado el tener que buscar paradas en terrenos desconocidos, pero con las indicaciones que me da nuestro compañero Flores, no tengo problema en encontrarla. Aunque siempre te quedas con la intranquilidad de si será o no será allá, pero es lo que hay. 

Empieza la batida y no tardan los perros en encontrar animales y hacerlos correr. Nos avisan por la emisora que solo podemos tirar a los marranos, así que la expectación de abatir un ciervo se esfuma, y el período de caza del corzo ya ha finalizado.

Detalle del puesto
Enseguida se escuchan los primeros disparos. A la media hora de batida oigo una ladra que parece que se acerca por la zona alta del puesto. Estoy en un cruce de tres senderos, junto a una pared de piedra. Si viene un cochino me tiene que salir por uno de los tres caminos. Empiezo a oír el rumor de un animal que se acerca, pero me extraña el que no es solo el típico rumor cochinero, si no que lo que viene, viene con bastante estrépito. Rompiendo monte, pero a lo bestia. Me pongo en guardia y, por el sonido, imagino que lo que sea aparecerá por el camino del centro. Y así es, a los pocos segundos aparece un ciervo con una cornamenta espectacular. Viene directo hacia mi, por lo que chasco los dedos y silbo para que me vea y se gire. Efectivamente, el animal me detecta de inmediato, frena de golpe y se gira ciento ochenta grados. Se va por donde ha venido. Lo oigo irse y en pocos segundo se pierde en la inmensidad del bosque. Es la primer vez en toda mi vida cinegética que veo un ciervo en el monte. Así que me quedo impresionado y maravillado con la visión de tan extraordinario animal. 

Recreación de la  zona por donde aparece el ciervo
Pero la batida sigue. Oigo disparos muy cercanos. El puesto de encima mio acaba de abatir una cochina de buen tamaño. Después es Manolin, compañero de la colla de Berga hasta el año pasado, el que abate un cochinete y falla un marranazo de campeonato. 



Casi al mediodia  vuelve a llover un poco, durante cinco o diez minutos.Sobre la una se toca retirada. Al bajar del puesto paso por unos pequeños campos cercanos a la casa que hay en la zona. Es impresionante como los han dejado los jabalís, levantados por todos los lados. Es increíble la magnitud de los destrozos que, en su natural búsqueda de alimento, pueden llegar a hacer estos animales. No me extraña que agricultores y propietarios de fincas rurales reclamen nuestra presencia a menudo. Al final de la batida se han cobrado cuatro cochinos. 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Domingo 18/11/2012

Otro fin de semana pendientes del cielo. ¿Lloverá o no lloverá?

Como siempre, un paisaje extraordinario
El viernes me llama mi amigo Miguel para ver que hacemos. Me comenta que tiene intención de cazar sábado y domingo. El sábado en La Nou, y el domingo en Berga. Yo sólo puedo ir el domingo, por lo que   directamente quedamos a las seis en su casa. 

Me paso todo el sábado consultando las previsiones del tiempo, y el radar meteorológico con la esperanza de que el domingo no llueva. El sábado Miguel caza en La Nou, y, según me cuenta por la tarde, a media mañana empieza ha llover y baja de allá con lluvia intensa. ¿Mañana vamos o no vamos? me pregunta después de su remojado sábado. Yo le digo que la previsión hora a hora para la mañana del domingo en Berga es de lluvia hasta las seis de la mañana, una pausa, y de nuevo lluvia a partir del mediodía, así que decidimos tirar para el monte a ver que pasa.

Me despierto muy temprano el domingo, con tiempo de sobra para tomar café, consultar, por enésima vez, el radar meteorológico, e incluso ver la tele un rato a la espera de la hora de partida. El radar indica que está lloviendo por la zona centro y la zona  sur de Catalunya, pero, para mi alegría, no por la zona norte. Sobre las cinco y cuarto salgo de casa. Llueve. Voy a repostar y carretera y manta para Cerdanyola. Por el camino sigue lloviendo y al llegar a casa de Miguel lo hace, pero poco. Al subir en su Discovery, consulto con el móvil y siguen las nubes lejos de Berga. Nos vamos para allá y, enseguida abandonamos la zona de lluvia. Bien, pienso, porque no tengo ningunas ganas de aguantar ningún chaparrón, sea de la índole que sea. 
Al llegar a La Cabana chispea muy ligeramente, pero los viejos del lugar nos aseguran que no lloverá, acertando plenamente, salvo cuatro gotas que nos han caído sobre las once de la mañana.

Van llegando los compañeros al punto de reunión. La conversación es cordial y agradable. Siempre lo es, para mí, el hablar de la caza y de las peripecias que en su día a día acontecen, y más si eres directo protagonista. Así me entero de que el domingo pasado de abatieron cuatro marranos en la zona de las canales.

Rastros 
Como el tiempo se muestra inseguro, y por si las moscas, vamos rápidos con el sorteo de los puestos. Hoy batiremos la zona de Treserras. Buena zona, con recuerdos de grandes cacerías. En el sorteo yo saco el diez, y Miguel el quince. Nosotros iremos a cerrar la zona más alta de la batida. Ya he hecho alguna vez aquellos puestos sin ningún resultado positivo. Por ese motivo no tengo demasiadas esperanzas de que hoy sea diferente aunque al llegar vemos rastros evidentes de la presencia de jabalís en la zona. Que equivocado que estaba.

Después de un rato de todoterreno llegamos a la zona. En la primera parada se queda un compañero, en la segunda yo, y en la siguiente Miguel. Nuestros puestos están muy cerca el uno del otro, por lo que revisamos los dos para ponernos en lo lugares en el que el tiro no represente ningún peligro para nadie.

Nada más empezar la batida, uno de los perreros abate un jabalí que en compañía de otros cuatro huían a todo gas espoleados por los perros. Al poco alguien avisa de que un grupo de seis marranos atraviesan un campo en dirección a la zona más baja de la mancha. No tardan en sonar disparos por todos los lados. La cosa está movida, pienso, con el deseo de que a algún cochino le dé por huir por las alturas.

En esa curva aparece el jabalí
Como si hubiera frotado una lámpara con un genio dentro, el compañero que tenemos  al otro lado de la canal que vigilamos nos avisa por la emisora, "¡Ojo!, estoy viendo un grupo de seis o siete jabalís que van directos hacía vosotros". Al oír semejante noticia me pongo en guardia. Mi puesto está en una curva, en un camino estrecho pero que permite acceder con todo terreno. Me concentro en vigilar desde el vértice de la curva los dos pequeños tramos de recta que diviso. No tardo en oír el rumor de varios animales acercándose por la espesura, pero me doy cuenta de que no vienen todos por el mismo sitio, ya que oigo ruido en varios puntos de los zarzales de la cuneta. 

La cochina abatida
Entonces, a unos veinticinco metros,  veo aparecer, al final del tramo de mi derecha, un buen jabalí, que se queda quieto mirando hacia el fondo del camino. Justo dónde mira debe de estar mi amigo. No le tiro porque si sigue recto le saldrá a los pies, pero no pierdo de vista al animal. Tampoco detecto a los otros marranos que, supongo, se esperan a estar seguros para atravesar el camino. Cuando el cochino se pone en marcha no lo hace hacia Miguel, si no hacia mí, para tomar una senda en el margen. En cuanto empieza a subir le disparo, hiriéndole en el jamón derecho. La idea es que el disparo lo abata y girarme completamente a mi espalda para tirar a los otros jabalís, pero en cuanto el animal se siente herido se abalanza hacía mí como una locomotora. En su carrera hacía donde estoy le suelto tres disparos más que lo paran a tres o cuatro metros de mi pies. Entre la emoción del momento, y lo malo que soy tirando, no acierto en un punto vital, por lo que el animal se para, y, como puede se da la vuelta con la intención de saltar hacia la parte baja del camino. Mientras, los demás marranos atraviesan el camino a mis espaldas y huyen. El marrano, muy mal herido, consigue desplazarse tres o cuatro metros hasta que consigo rematarlo. Es una hembra de unos sesenta kilos. No tarda Miguel en aparecer por mi puesto interesándose en lo acontecido. Le explico, emocionado, la "movida" y me felicita efusivamente, además de tomar un foto y colgarla inmediatamente en el facebook. Por la emisora preguntan que cuantos he matado, por la cantidad de tiros que le he recetado al animal (cinco en total), pero digo que uno y gracias. 

La verdad es que ya me tocaba. Siempre digo que el mero hecho de salir al monte colma la mayoría de mis expectativas, pero un lance como este, con una emoción que solo entendemos los que practicamos este tipo de caza, compensa todo el esfuerzo que dedico a esta actividad. Después de agradecerle al jabalí respetuosamente su sacrificio, seguimos cazando. Al poco es otro de los compañeros del otro lado de la canal el que avisa. "¡¡Sube otro cochino!!". No tardo en volver a oír los pasos del animal. Pasa por debajo de mi puesto y se va directo hacía el puesto de Miguel. Pero entonces alguien, por la emisora, vuelve a preguntarme por el lance anterior, pero me mantengo en silencio con la oreja puesta en el camino que hace el cochino. Al ver que no contesto la emisora, Miguel contesta al interesado. Nada más ponerse a hablar el marrano se para y retrocede. Me da la sensación que va a salir justo por donde está el cochino abatido. Pero supongo que lo huele, o huele la sangre, se para y sigue retrocediendo. Voy siguiendo con la mira de la escopeta el supuesto camino que hace el animal, y aparece a unos treinta metros a mi izquierda, cruzando raudo la carretera. Es pequeño, un bermellón. Le receto dos recados sin acertar y se va montaña arriba. Supongo que por el abate anterior, este fallo no me sabe tan mal como otros que he tenido, algunos garrafales, pero es que, lo reconozco, soy bastante malo con el arte de la puntería y el disparo.

Por la zona baja de la batida siguen apareciendo marranos y oyéndose disparos. Nuestro compañero Juan acaba con un macho de buena boca. Cuando se acaba la jornada hay cuatro jabalís abatidos.

Le pido a Paco permiso para llevarme el jabalí. Por la tarde voy a casa de mi amigo Leo a pelarlo y trocearlo, tarea que hacemos felices y contentos y celebrando ,con un buen vino, lo acontecido durante esta jornada de domingo. Por cierto, en cuanto acabe este relatillo, me voy al veterinario a llevar las muestras de la cochina para el test de la triquinosis. Esto es innegociable.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Sábado 10/11/2012

El viernes me llamó mi amigo Miguel, aprovechando que este fin de semana se queda por aquí, para ir juntos a cazar. La verdad es que el finde cinegético se presentaba la mar de bien. El sábado a Valls de Torruella  y el domingo caza en las canales, en Berga. Miguel me propuso ir a cazar el domingo, pero como estaba pendiente de un compromiso familiar, le digo de ir el sábado, por si las obligaciones, y finalmente así ha sido, me impiden salir el domingo.

Cazar en Valls es muy diferente a cazar en Berga. El paisaje es mucho más suave, y aquí es casi imprescindible el rifle, ya que los puestos, muchas veces, están junto a campos de labor, alguno de grandes dimensiones. 
Se empieza a cazar bastante más tarde que en Berga. Primero se hace fuego en la caseta, se almuerza tranquilamente y se comenta la jugada. Mientras, hay gente que va a comprobar rastros para minimizar el riesgo de no encontrar a los cochinos. Total, que entre unas cosas y otras, es raro llegar a los puestos antes de las diez. 
Niebla y frío

Por ello quedo en recoger a mi amigo un poco más tarde de lo normal. A las siete.

Cuando salgo de casa todo está mojado. Ha estado lloviendo toda la noche, pero confío que no nos mojaremos ya que, al comprobar, como siempre, el tiempo en internet antes de salir, la previsión dice que no lloverá, aunque en la zona de la batida se esperan nieblas.

Un poco antes de la hora acordada recojo a Miguel y nos vamos para Valls. A medida que nos vamos acercando a nuestro destino el pronóstico se confirma y una espesa niebla hace que nos pasemos la salida de la autovía que debemos de tomar para acceder a la carretera de Solsona. Una vez solucionado el pequeño imprevisto, llegamos a nuestro destino. En la cabaña ya trepita el fuego y son varios los compañeros que están preparando las viandas para almorzar. Nosotros, como no, también lo hacemos.

Llegado el momento, y una vez repartidos los puestos, se nos indica a qué postor debemos de seguir.
Cuando nos dirigimos en caravana a los puestos, seguimos abrazados por una espesa niebla. Tenemos la esperanza de que se levante, al menos un poco, ya que si no, a parte de no ver nada, cazar puede ser peligroso. Vamos los últimos en la caravana de coches que se dirige hacia nuestra zona de la batida. Por lo tanto, al llegar al primer puesto es Miguel el que se queda. Unos doscientos metros más adelante me quedo yo. 

Zona por donde atravesaron los siete cochinos
Aparco el coche junto a un camino, y cuando el resto de la caravana está a punto de retomar la marcha,  atraviesan, a unos cien metros por delante de nosotros,  siete jabalís, todos de buen tamaño pero el primero espectacular, a trote cochinero. Son varios los compañeros que salen raudos de los coches para preparar sus armas, pero el postor nos indica que no hagamos nada, que se están metiendo en la zona de la batida. Lo mejor de todo es que están entrando justo por el lugar donde tengo que hacer la parada, junto a un campo sin sembrar. Me avisan de que esté muy atento por si se les ocurre recular. La verdad es que la visión de los cochinos, para mí un animal extraordinario, me alegra y me anima la mañana.

Una vez todos en los puestos, se avisa por la emisora de que hemos de esperar a que se levante un poco la niebla. Pasa una media hora larga hasta que se da orden de soltar a los perros. 

No tardan nuestros compañeros caninos en dar con los marranos. Al poco un cochinazo tremendo se presenta en el puesto de un compañero, en la zona alta de la mancha, pero logra escapar y se lleva a unos cuantos perros detrás. 

A pesar de eso, se empieza a oír un tiroteo espectacular. Suenan disparos por todas las zonas. Eso hace que estemos muy atentos en los puestos y que la mañana se pase volando.

Sobre las doce son cinco los cochinos que se han abatido, pero todo sigue. 

Detalle del puesto
También oigo a mi amigo Miguel disparar. Me dice, por la emisora, que ha visto un jabalí de buena talla intentar atravesar un campo y que, al dispararle, se ha vuelto para la zona de batida.  El tiro ha sido a casi doscientos metros, por lo que, con miras abiertas, es complicado acertar.

Al poco, oímos ocho o diez disparos bastante seguidos. Al parecer, y según comentan por la emisora, se ha levantado un grupo de siete u ocho marranos que se han presentado en varios puestos.

También sobre la una, ven un jabalí atravesar un campo, adentrándose en la zona de caza. Desde la alturas un perrero lo ve y va indicando el camino que va tomando el animal. Al ver los perros que le acosan, se da cuenta que es el cochino que se ha escapado a primera hora. Pero el animal, no se sabe cómo, desaparece hasta el punto de que los perros pierden el rastro. 

Sobre las dos de la tarde nos dan permiso para retirarnos, aunque siguen los disparos en la zona alta de la batida. El resultado final ha sido de diez cochinos abatidos.

En resumen, una jornada de caza espectacular, con el recuerdo del encuentro con los cochinos a primera hora que, casi, colma mis expectativas. 



El próximo fin de semana más....



viernes, 2 de noviembre de 2012

Jueves 01/11/2012

Demasiados días he estado sin cazar.

Primero El Pilar. Aproveché ese puente para visitar Zaragoza y su famosa fiesta . Más tarde el trabajo, la gripe y el mal tiempo se han encargado de mantenerme separado del monte durante tres largas semanas. La verdad es que tenía muchas ganas de reiniciar la actividad cinegética de nuevo. Por esa razón, y aunque arrastro todavía algún síntoma griposo, me dije que este mes de noviembre lo empezaría cazando. Y así ha sido. 

Después de oír el despertador,a las cinco, y levantarme, compruebo, a través de Internet  que en Berga no llueve, ni lloverá, y que la temperatura en ese momento es de 4,5 grados. Frío, pienso, pero voy preparado para tal circunstancia, así que carretera y manta. Me sorprende la cantidad de coches que ya, sobre las seis, circulan a esa hora. Hoy es festivo, supongo que al ser el primer día de este puente la gente aprovecha para salir temprano. La afluencia de tránsito es importante. Tanto que al pasar por Castellgalí estamos parados. 
Como siempre, un paisaje espectacular
Poco después la cosa se anima y  ya no paro hasta llegar a La Cabana. También allí la afluencia de gente no es nada normal. De ser, muchos días, el primer cliente, paso a estar haciendo cola para que me sirvan ante la cantidad de personas que paran en la cafetería antes de ir a buscar setas o de seguir su camino hacía el Pirineo. La verdad es que el camarero está un poco desbordado, pero poco a poco todo el mundo va obteniendo su café, o lo que sea.

A medida que pasa el tiempo van llegando los compañeros de batida, a la vez que el local va quedándose cada vez más vacío. Sobre las ocho prácticamente sólo quedamos los cazadores. 
Hoy cazaremos la Baga del Xero. Se realiza el sorteo y a mí me toca el número once. Al llegar a la zona, me toca el mismo puesto dónde abatí mi primer cochino por estos lares. Así que me trae buenos recuerdos. La zona es de fácil acceso y los puestos están a pie de coche. Reviso el puesto y compruebo los pasos de los jabalís por mi zona. Hace frío. Como los  rayos de sol empiezan a calentar los busco con agrado. En cuanto está todo el mundo en su sitio se da la orden de soltar los perros. 

Varios cazadores avisan de que han visto rastros recientes, así que la expectativa aumenta. Pero pasa el tiempo y por pasar, no pasa nada. Los perreros recorren la zona alta de la mancha pero solo consiguen hacer correr un zorro, que se escapa. Lo raro es que tampoco encuentran corzos, tan abundantes por esta zona. 

Cuando pasa el rato y no hay resultado, a uno le entra un sentimiento de resignación (la caza no es una ciencia exacta), y de esperanza a la vez. Solo una ardilla, como tantas otras veces, rompe la monotonía del momento, provocándome un pequeño sobresalto. Pero es pronto y hay tiempo. 

He comprobado mil veces, cazando, que el aburrimiento o la resignación desaparecen en un segundo, cuando un "creec" en el bosque, o el rumor de un animal acercándose te pone el corazón a mil, y hace que te olvides de los malos pensamientos anteriores. 
Eso me ha pasado hoy cuando uno de lo perreros avisa de que los perros han levantado algo,  que estemos atentos. 
El cochino abatido por mi ompañero
Enseguida oigo a los perros acercarse hacia mi zona a todo trapo, y casi en el instante siguiente, veo que unas matas delante de mí se mueven. Mi corazón se pone  a cuatro mil. Con la alerta máxima activada, espero que lo que sea se me presente delante, pero no. Al poco oigo un disparo y veo como los perros pasan hacia arriba. Enseguida oigo gritar desesperadamente a un cochino. Un agarre, pienso. Y efectivamente, los perros han atrapado a un marranete de unos quince kilos al que el perrero acaba rematando. 
Al poco es otro los perreros el que avisa de que acaba de levantar cinco o seis cochinos, los cuales emprenden la huida cada uno por su lado, por lo que recomienda que todos estemos atentos. Vuelvo a escuchar los perros acercarse y al momento el compañero de la parada anterior a la mía  dispara dos veces. Avisa por la emisora de que le ha tirado a un buen marrano, asegurando que los dos tiros le han impactado, pero que el rifle, cuya marca no diré, se le ha encasquillado en el tercero, cuando iba a rematar al animal, por lo que este ha conseguido escapar. Nos dice que no cree que esté muy lejos. Cuando lo perros llegan a su puesto y siguen tras el jabalí, oigo perfectamente como han dado con el bicho y lo tienen agarrado a unos treinta o cuarenta metros por debajo del lugar dónde el compañero le ha disparado. Le dicen que no se mueva del puesto y es uno de los perreros el que lo remata. 

El compañero con  el marrano abatido
La mañana ha pasado de la quietud total a estar muy movidita. El mismo perrero que ha rematado al jabalí nos avisa, al poco rato, de que se ha encontrado con dos marranetes del tamaño del primer abate, que estemos atentos ya que vienen hacia nosotros. Al rato oigo como el compañero de la parada siguiente a la mía dispara y veo al jabalí atravesar casi volando el camino. Intento parar a los perros pero no lo consigo, por lo que oigo como siguen al animal fuera de batida, alejándose cada vez más. 

A lo largo de la mañana se siguen oyendo acosos de lo perros y tiros por todos los lados. Creo que, prácticamente,  todas las líneas han tirado. Al  tocar retirada voy a ayudar a mi compañero a sacar del bosque al jabalí abatido. Nos  informan por la emisora de que en total se han abatido seis cochinos, y que se ha escapado un marranazo de primera división, que son los que se escapan casi siempre. 

En definitiva, un estupendo día de caza, entretenido y emocionante. No esperaba más.

lunes, 8 de octubre de 2012

Domingo 07/10/10

Aunque el despertador está programado para sonar a las cinco de la mañana, me levanto sobre las cuatro y media. Me pasa casi siempre que voy a cazar. Duermo mal, supongo que por las ganas de salir al monte y la excitación correspondiente. 

Al levantarme lo primero que hago es mirar por internet la temperatura actual en la zona de caza, Berga. La página, meteoberga, indica 16 grados. Buena temperatura, me digo, por lo que descarto ir demasiado tapado. Una camiseta y una jersey ligero. Añado un anorak, por si acaso. 


Mi puesto en la batida
Como tengo todo preparado, me relajo, tomo café y sobre las cinco y media me voy. Primero gasolina, y carretera y manta. Después de una hora y casi un cuarto llego a La Cabana. El primero. 

Otro cafelito. Los compañeros van llegando, todos con buen ánimo y ganas de salir al monte. 

Sobre las siete y media se hace el sorteo. Con la esperanza de que me toque el nº uno meto la mano en la bolsa y me sale el quince. Bueno, en el fondo me da igual, aunque poder elegir la mejor parada un día de estos estaría bien. 


Detalle de la cabeza del corzo abatido
Cazaremos el bosque de Berga. Es una zona cercana a la ciudad, de ahí el nombre, donde se suelen dar buenas batidas, y en la que estuvimos un par de sábados atrás. Como entonces vuelvo a irme con Vicens, y vuelvo a ir a las paradas del Collet de la Cabra. 

Por el camino vemos señales evidentes de la presencia de jabalíes. Esto pinta bien. Gil y yo nos vamos a las últimas paradas. Yo en el mismo collet, donde se abatió un cochino el último día, y Gil al final de la cadena un poco más allá. 

Empieza la batida con movimiento. Los perros dan con un buen marrano que rinde visita a un compañero el cual le receta dos o tres tiros y lo toca. Es un buen jabalí, y deja sangre, nos dice por la emisora. Los perros, enseguida, le dan alcance y se produce un agarre antológico, según puede comprobar el perrero que, a escasos dos metros del cochinazo, no se atreve a rematar de un tiro por miedo a herir algún perro, por lo que tiene que usar el cuchillo de remate. Una vez abatido del todo el animal, comprueba que varios perros han sido heridos por el bicho. Al menos dos necesitarán veterinario. 


Poniendo el correspondiente precinto
La batida sigue y se oyen las ladras de los perros arriba y abajo continuamente. Eso me hace estar muy atento en mi puesto, por lo que el tiempo pasa deprisa. Dos veces me sobresalto. Las dos veces por una ardilla que se pasea por los pinos sobre mi cabeza. 

Sobre el mediodía avisan de que un corzo, con buen trofeo se dirige a nuestra zona. Al poco, se oye un tiro de uno de los compañeros que se han quedado en las primeras paradas. Por la emisora avisa de que ha disparado al corzo, pero no sabe si lo ha tocado. Confirma el cobro del animal en cuanto se pone a rastrear la zona. 

Poco más ha dado de sí la mañana. Sobre las 12,30h se toca retirada y para casa. 

En resumen, otro magnífico día de caza mayor que, como casi siempre, cumple con mis expectativas de emoción y disfrute de la naturaleza.